Verde de sapén, 1990

Yo creo que el fútbol ha influido en mi sentido del color, creo que hay mucha belleza en ese juego, el color de las camisetas, el verde del césped en los partidos nocturnos, los escudos.

JOSÉ GUERRERO

Azul añil, 1989

La obra de Guerrero de los noventa no es una reescritura hábil y astuta de lo ya conocido, sino una celebración de las propiedades de la pintura, una transformación del color en forma, donde el proceso de percepción es mucho más lento, y donde entendemos la importancia que en su obra adquiere la naturaleza emocional del espacio y el proceso físico de crearlo.

MARÍA DE CORRAL

Oferta con rojo, 1988

El espacio que siempre ha pintado Guerrero es muy enigmático a pesar de su sencillez: se basa en una muy leve tensión entre fondo y primer plano que queda inmediatamente corregida a través del color, a veces un color dominante, generando un plano único pero profundo, o al menos dotado con una fuga que marca fundamentalmente la pincelada más o menos suelta, más o menos abierta.

SANTIAGO B. OLMO

 

José Guerrero mete en sus cuadros eso que lleva en las venas y estalla sobre la tela. Su pintura se explica en su humanidad entera por su misma concentración, como queda dicho de su trato, recogido por voluntad propia nunca reprimido, como bien explícito está. (…) Por eso, al fin, se tuvo que acabar.

JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ DEL AMO

Cuenca, 1986

(…) unos formatos muy grandes y panorámicos en los que despliega una peculiar visión del paisaje como espectáculo cromático. Evidentemente hay una grandiosidad, marcada por los tamaños (…) y aunque la estructura responde a los principios básicos de la obra de los últimos setenta y los ochenta, se trata realmente de obras donde anida el mejor Guerrero.

SANTIAGO B. OLMO

Verde oliva, 1979

La mayoría de aquellos cuadros debieron de pintarse apoyados en el suelo, y los brochazos, reconocibles en el interior de las masas cromáticas, se han aplicado siguiendo direcciones paralelas, con desplazamientos de brazo de impulso corto, evitando el cientismo circular que produce curvas en el lienzo.

JUAN ANTONIO RAMÍREZ

Litoral, 1979

Los colores: Atirantan sus recintos y al llegar al final de su litoral, allí se aprisiona todo, allí han terminado los espacios, las líneas, allí están los latidos.

JOSÉ GUERRERO

Presence of Black, 1977

Hoy en mi estudio, al destapar un tubo de violeta, se cayó al suelo; saltó (tenía dos cuadros trabajando en el suelo), corrió el tapón, marcó una línea, saltó al segundo cuadro; la trayectoria me hizo ver otra línea. Esto es interesantísimo para mí porque estoy desde hace años uniendo espacios que, aunque están separados, se unen por una fuerza en general, no en cada cuadro; es más, diría que es como un engranaje de (líneas o formas) que se multiplican, que se ayudan unas a otras, que el color se mete y se sale, se mezcla como las nubes, como las olas se mezclan con la arena y se vuelven a retirar, pero siempre hay esta energía.

JOSÉ GUERRERO

Expansión azul, 1976

Tras unos días de angustia y frustración, rompo estos espacios en la tela y resuelvo este grupo de obras que creo llamarles «Expansión». Es como ir arrojando al exterior lo que no me pertenece y dejar lo que mi intuición me dice. Esa tensión se establece en diferentes partes del cuadro, unas líneas suelen tensar las formas, y el cuadro, con sus cuatro laterales limpios, me abre a esta nueva serie.

JOSÉ GUERRERO

Enlace, 1975

Su pintura había alcanzado la misma maestría que su vida. Había resuelto rigideces, angustias y pérdidas y se desleía felizmente, serenamente, en su sabido clasicismo

FRANCISCO BAENA

Saliente, 1974

No es algo evidente, pero la idea resulta sugestiva: la simplicidad de sus cuadros y la economía cromática recuerdan y remiten a las construcciones depuradas de un espacio pictórico como el de Sánchez Cotán. A través de una dominante de color Guerrero parece reconstruir un bodegón como los de Sánchez Cotán, pero vaciado de objetos, verduras, frutas y animales: solo permanece un espacio de profundidad imprecisa, reverberante y alusivo

SANTIAGO B. OLMO