El artista inacabado
Nicolás de Lekuona (Villafranca de Ordizia, Guipúzcoa, 19 de diciembre de 1913 – Frúniz, Vizcaya, 11 de junio de 1937) dejó una obra en la que todo fue comienzo. A través de técnicas y soportes diversos, sus escasos años creadores fructificaron entre la experimentación artística y la introspección subjetiva. Lekuona recibió con entusiasmo los hallazgos precursores de las vanguardias internacionales, impregnándolos de su vida propia, de sus afectos y emociones. Es en esta proyección de sí hacia las nuevas poéticas donde germina la obra en ciernes del joven artista.
Ambas dimensiones, su actitud vanguardista y su pathos intimista, se fraguan en la intuición del arte como juego (a veces liviano, trágico otras). Lekuona juega a hacer nacer lo que no sabe qué será; ni qué hará con lo que nazca; ni para qué lo hace, ni cómo hacerlo que no sea haciéndolo. Un juego en el que artista mira, descubridor, su subjetividad. En este sentido, aunque evitando incurrir en los excesos biográficos, debemos apelar a sus vivencias para acceder a los entresijos de un legado en el que hay mucho más que producción de formas estéticas. Lekuona dedica su vida a su arte, y es su arte el que da horizonte comprensivo a su propia vida.
La sala de la planta baja reúne documentos con los que converger en una de las ideas matrices de esta exposición. Su fallecimiento a los veinticuatro años nos hace reparar en la consideración determinante de Lekuona como artista joven, tomando esta expresión en toda su dimensión interpretativa. De este modo, hemos sido sensibles a sus inicios, en términos de formación artística, pero también atendiendo al entramado social y sociológico de aquel tiempo, hace ya cien años. Cómo se relaciona Nicolás con otros artistas de su generación, cómo reciben las conquistas de las vanguardias, la importancia de los certámenes y las revistas, sus lecturas, y, por supuesto, el viaje (iniciático) a Madrid, donde se encontrará con Gómez de la Serna, son asuntos que quedan recogidos en estos primeros episodios de la exposición.
Sus años creadores, entre 1932 y mediados de 1937, nos han dejado una constelación de obras amplia y diversa, en la que el componente germinal, en su inexperiencia pero también en su brío y espontaneidad, es el más destacable.
Las obras de Lekuona presentadas en la primera planta comparten humor y melancolía. Pinta ángeles y pinta calaveras. Dibuja escenas cómicas y también toma fotografías definidas por la desolación. Hay paisajes serenos y máscaras grotescas. Esta doble veta no debe sin embargo extrañarnos: todo apunta aquí hacia lo que podríamos llamar conciencia trágica. Hay en Lekuona un fortísimo sentimiento de melancolía, de drama ante el paso del tiempo, de la vanidad de lo que somos… Y esto, claro, en perfecto acompañamiento de risas y bromas, algunas de estas más amargas que otras.
Por otra parte, pueden entenderse sus pinturas como ejercicios meditativos de contemplación. Despojadas de lo superfluo, más graves que anecdóticas, a veces con un tono que recuerda a De Chirico, algunas de sus obras más sopesadas nos dan una naturaleza deshumanizada, presentada como alteridad, ajena e indómita, ante la cual el artista sitúa a algún personaje en actitud reflexiva.
Los retratos fotográficos que se muestran en la segunda planta poseen los atributos formales reconocibles en las vanguardias -el expresionismo y, sobre todo, los movimientos surgidos en el orbe soviético- y en ellos destaca, con un valor más particular, la intensificación dramática en la captura del modelo. Podríamos aproximarnos al conjunto de sus obras fotográficas subrayando la delicadeza con la que Nicolás sabe retratar a sus hermanos pequeños. Son fotografías en las que cuidado el efecto de espontaneidad o naturalidad en las poses.
Responde a otro campo de búsqueda, más surrealizante, la fechada en noviembre de 1935 en la que el rostro de su hermano Gregorio está pegado a una máscara hecha por Nicolás. En este caso, rostro y máscara, tratados de igual modo, pareciesen intercambiables. Es una imagen poderosa, capaz de inquietarnos. En este mismo registro podrían encontrarse las fotografías de Trini en traje de primera comunión: el hecho de que la modelo se salga de la pose prevista, mirando con cierta turbación, como volviéndose de perfil hacia el fotógrafo, o la que nos la presenta tomada desde un ángulo superior, sugiere una impresión de extrañeza realmente sugerente. No obstante, en el caso de Lekuona, más que una distorsión hacia lo turbador, nos encontramos con una intención de reencantamiento que nos devuelve a cierto romanticismo intensificador de la vivencia ordinaria. Lo que destaca en él es esta celebración que toma la forma del asombro o el entusiasmo, la plasmación en imágenes de una cierta inocencia que juegan a zafarse de la percepción fosilizada.
Si en sus fotografías Lekuona lleva a cabo la desnaturalización de la percepción ordinaria, sus collages fotográficos, o fotomontajes, nos llevan a una noción de imaginación absolutamente moderna: trastocadora, transgresora, transformadora. Una imaginación que deja de conformarse con la reproducción fiel de lo ya existente. El collage acaba venciendo al puzle.
Luis Puelles Romero
Puede acceder a una Audioguía sobre la exposición aquí
- Fechas: Desde el 6 de junio al 15 de septiembre de 2024
- Lugar: Centro José Guerrero
- Organiza: Centro José Guerrero. Diputación de Granada
- Comisariado: Luis Puelles