El germen de esta exposición habría que rastrearlo en un asunto tan antiguo como inacabado: la relación problemática entre la imagen y la escritura, entre mirar y leer. De hecho, el propio proyecto y los artistas que lo desarrollan se proponen habitar ese problema, nunca resolverlo. Esta es la razón por la que el espacio de la exposición se asemeja a un campo de batalla salpicado de ruidos, colisiones y tachaduras. El propósito ha sido trabajar en este lugar convulso, a veces hermético, donde la dificultad se transforma en estimulante desafío.

 

La muestra reúne obras de veinte artistas: piezas audiovisuales, instalaciones, escultura, obra gráfica y pictórica y libros de artista, desde principios del siglo XX hasta la actualidad: encabezan la nómina de autores Mallarmé, Marinetti, Juan Ramón Jiménez, Alekséi Gan o Magritte, seguidos de obras de Broodthaers, Ian Hamilton Finlay, Maurice Lemaître, William Klein, Baldessari, Rémy Zaugg, Fernando Millán, Klingelhöller, Alfredo Jaar, Ignasi Aballí, Marine Hugonnier, Javier Pividal, Rosa Barba, Michalis Pichler y Greta Alfaro, con una obra producida para esta ocasión.

 

Textos contra imágenes, y viceversa. La primera sección de la exposición está instalada en la primera planta. En ella se propone una visión panorámica de distintos episodios del arte y la literatura contemporáneos en los que las bases de la conversación entre el texto y la imagen se han construido sobre la violencia y el enfrentamiento. En esta sala podemos encontrar algunas piezas, publicaciones y manifiestos de las distintas vanguardias artísticas europeas, desde el constructivismo al surrealismo, pasando por el letrismo. Todas ellas conviven con piezas actuales que nos sitúan, igualmente, en un escenario de confrontación. Algo que se encuentra a años luz de la espesa capa de indiferencia que parece haber impuesto el fin de la modernidad.

 

Ya desde el origen de todas las viejas querellas, descubrimos esta condición irreconciliable como un leitmotiv que se extiende incluso hasta aquellas vanguardias deseosas, paradójicamente, de hacer converger lectura y mirada. Es, en suma, la fluctuación del intelecto hacia la carne, del mundo espiritual frente al mundo sensible, y viceversa, la que se condensa en el conflicto de la escritura contra la imagen, de la literatura contra la pintura. Y, aunque la estética del siglo XX ha venido a dinamitar tan longevo dilema, las obras seleccionadas en esta exposición demuestran que arrastramos aún hoy el estigma de aquella confrontación. Siguiendo a Vilém Flusser, tal vez en la lucha entre textos e imágenes resida el problema central de la historia.

 

Pintar lo invisible, nombrar lo indecible es la sección que ocupa la segunda planta. En ella se presta atención al modo en que esta deriva conflictiva de la imagen contra el texto ha permeado al ámbito de lo pictórico. De manera que ahora la batalla parece haberse desplazado desde la hoja en blanco del libro a la pared del museo. Además, esta sección asume el conflicto antes referido como una tarea sin solución, sin vencedores ni vencidos. Por lo que es la imposibilidad de gobernar una catástrofe lo que se impone.

 

Cuando la pintura representa la imposibilidad de crear sus propios objetos, del mismo modo que la escritura dice su imposibilidad de seguir diciendo, emerge un arte que no se da a ver, abocado a arrojar oscuridad sobre quien lo enfrenta. Esa es la oscuridad de la que esta segunda parte de la exposición quiere dar cuenta también. Para ello proponemos una serie de proyectos que fuerzan la invisibilidad congénita de las cosas exteriores hasta el punto de que esa invisibilidad misma se convierta en una cosa que se puede ver y hacer ver. Obras realizadas por artistas obstinados en la diabólica dificultad de su tarea. Siendo, de hecho, en lo inasequible del desafío donde encuentran su razón de ser. «Es ahí ‒decía Samuel Beckett‒ donde comienza por fin a ver, en la oscuridad. En la oscuridad que ilumina la mente».

 

En este sentido, rastreamos una serie de piezas de diversa cronología en las que el arte se ha negado a escribir con claridad y donde la mirada ha sido denigrada. Momentos en los que la oscuridad ha ganado la partida, produciendo un tipo de obras que son conciencia de una desgracia, no su superación, como sentenciaba Maurice Blanchot. Esta propuesta aspira, pues, a reclutar una audiencia cómplice que se aventure en esta zona de conflicto donde lo evidente no tiene lugar; transitar esta oscuridad iluminadora donde cerrar los ojos para que emerja otra forma de mirar.

 

Con motivo de la exposición se ha publicado un breve ensayo ilustrado de Óscar Fernández titulado No se escribe, luminosamente, sobre un campo oscuro:

https://centroguerrero.es/publicacion/no-se-escribe-luminosamente-sobre-un-campo-oscuro/

  • Fechas: Del 13 de abril al 24 de junio de 2018
  • Lugar: Centro José Guerrero
  • Comisariado: Óscar Fernández