Luis Buñuel (1900-1983) y Alfred Hitchcock (1899-1980) son dos de los realizadores más influyentes de la historia del cine. Cada uno por su lado ha suscitado una ingente producción cultural. Pero, salvo contadas excepciones (básicamente consecuencia de su común trabajo con Dalí), apenas se ha abordado la relación entre ellos. O entre sus fantasmas respectivos. Y sin embargo, Hitchcock conoció pronto la obra de Buñuel, que de hecho le marcó profundamente. Y también resuenan en Buñuel ecos de Hitchcock. Ambos compartieron contextos, experiencias, ideas sobre la relevancia del cinema y una especial atención a la puesta en escena.

Se trata, en esta exposición, de confrontar esas dos obras mayores del arte del siglo XX. De confrontarlas en profundidad: haciendo aflorar sus puntos de encuentro, atendiendo y haciendo visible el modo en que se escucharon mutuamente y dialogaron entre sí a lo largo de su siglo, al que poblaron de obras a la vez oscuras y deslumbrantes. Y también, en esa misma medida, de proseguirlas por la inesperada vía de su mutuo atravesamiento. Pues si entre sí se escucharon tan íntima, profunda y silenciosamente como se mostrará, si cada uno en su propio trabajo acusó la huella y la deuda debida a la contemplación de la obra del otro, eso mismo lo sintió Jesús González Requena como una invitación a prolongar -no diremos a completar pues nada será nunca “completo” en el campo de lo humano- y así a contribuir, por la vía del collage y la edición digital, a llevar, siquiera un par de pasos más adelante, ese diálogo, que fue también el diálogo del siglo.

Eso es lo que propone Jesús González Requena en esta exposición, con la que ahonda en su intensa labor teórica a la vez que ofrece el ejemplo de una nueva herramienta para la investigación.

Ha sido la evolución en su trabajo analítico, el progreso (propiciado por el empleo de las nuevas herramientas tecnológicas) en una práctica que lleva treinta años ejerciendo, lo que, desbordando los límites académicos y editoriales al uso, le ha llevado a la exposición como un soporte plausible para su discurso. Las salas de los museos y centros de arte contemporáneo son un lugar idóneo para mostrar los frutos de su trabajo, pues estas instituciones han dado sobradas pruebas de flexibilidad a lo largo de su historia reciente. Y así, además de las actividades derivadas de sus funciones patrimoniales, posteriormente ampliadas a las de archivo, han sido excelentes laboratorios para asociar la contemplación a la producción de conocimiento crítico. El Centro José Guerrero ya se había destacado en este sentido por su compromiso expreso con la experimentación de nuevos formatos y dispositivos de exposición. El modelo que presentamos en esta ocasión precisamente disloca, desborda y conjuga las posiciones de «espectador» (propiciada por la industria cinematográfica), «contemplador» (característica del museo), «oyente» (de lecciones magistrales) o «lector». Todas esas posiciones son revisadas y confluyen en una experiencia que permite hacer realidad el viejo sueño de «hacer hablar» a las imágenes, de ver cómo articulan por sí mismas, mediante su propia forma, un pensamiento característicamente visual.

  • Fechas: 14 de abril de 2011 al 10 de julio de 2011
  • Lugar: Centro José Guerrero
  • Organiza: Centro José Guerrero
  • Comisariado: Francisco Baena