CARLOS LEÓN.PASAJES

José Guerrero, Paisaje horizontal, 1989

NOTA DE PRENSA

Carlos León. Pasajes

5 de octubre – 30 de diciembre de 2018.

Produce

Centro José Guerrero

Diputación de Granada.

Comisario

Francisco Baena.

Carlos León forma parte de la generación de artistas que, desde los años setenta del pasado siglo, se interesó por los nuevos caminos de la abstracción pictórica y fue alcanzada por el efecto Guerrero. Así quedó patente con su participación en la muestra comisariada por Mariano Navarro en el Centro José Guerrero en 2006.

Su obra ha tenido en el expresionismo abstracto un referente fundamental, ampliado con las revisiones y herencias que de él se han venido produciendo. Su ambición e intensidad le hicieron revivificar algunos elementos originarios (la gestualidad automatista que llega a Twombly, la implicación en el cuadro de todo el cuerpo a la manera de los action painters, la amplitud de los planos de Rothko o Newman) con un ímpetu y una apertura que lo han conducido a regiones inexploradas. Tras un largo y profundo camino de formación, Carlos León ha logrado una madurez en la que lleva más de una década instalado, produciendo una obra de plenitud. Esta exposición es una buena muestra de ella, así como un homenaje que el pintor quiere tributar a su amigo y maestro José Guerrero.

LA COLECCIÓN DEL CENTRO VISTA POR LOS ARTISTAS: ANDRÉS MONTEAGUDO

Exposición

Intrusos

La Colección del Centro vista por los artistas:

Andrés Monteagudo

5 de julio – 23 de septiembre de 2018

CENTRO JOSÉ GUERRERO

 

Organiza

Centro José Guerrero

Diputación de Granada

 

Colabora

Ayuntamiento de Granada

 

Comisario

Andrés Monteagudo

Intruso: Advenedizo, extraño, ajeno, forastero, enquistado, meteco. Se aplica a la persona que está en un sitio sin derecho a estar en él, que se mezcla indiscretamente con gentes de distinta condición que la suya.

Atendamos a los grandes soñadores de rincones, de grietas, de agujeros. La propuesta de Andrés Monteagudo (Granada, 1970) para la serie de exposiciones de la Colección del Centro a los ojos de artistas actuales parte de una observación que en él es obsesiva de los espacios marginales de la arquitectura y las fisuras que se producen en los elementos estructurales y constructivos. De allí proviene la figura del intruso, que propone conjugar en varios niveles.

Intrusos son los habitantes no invitados de esos espacios inesperadamente abiertos. Intruso es, a su imagen, el artista, que ocupa ese lugar al dirigir su mirada y su curiosidad hacia una posición casi de voyeur  ante lo que sucede en esas zonas que se han ido creando con el tiempo por las características del material, el envejecimiento, el asentamiento del terreno, causas ambientales o inducidas por otros seres. Algo sucede allí, en esos nuevos territorios: seres inadvertidos los recorren, dejando sus huellas en ángulos privados. Y al igual que ellos han invadido su hábitat, Monteagudo invade la privacidad y cotidianidad de su universo creado.

Pero no se queda ahí. La misma mirada intrusiva la dirige hacia la obra de José Guerrero. Monteagudo es un intruso que analiza la estructura constructiva de sus lienzos y pinturas. Recorre con voracidad las capas de materia depositada a brochazos y ya seca, las sensaciones y vivencias que el pintor plasmó en sus telas. Algo sucede. Advierte elementos no originales en las obras. También aquí, grietas, fisuras imprevistas que aparecen y se suman al óleo, el barniz y los pigmentos tal como los dispuso el autor en su forma conclusa, que dejó firmada. Nuevas intrusiones en las estructuras de Guerrero, con las que cohabitan.

Y aún propone un nuevo nivel de intrusión: la del espectador. Monteagudo lo entiende como cómplice de esta operación invasiva desde el momento en que atraviesa el umbral de la sala expositiva, lo empuja al intrusismo tanto en la arquitectura como en la obra de Guerrero y en la suya propia. Y quiere hacerle sentir que, a la vez que él observa, mira y reflexiona, también es observado, mirado y reflexionado por los otros intrusos que, con él, cohabitan en el mismo momento en el lugar donde se encuentra.

UN CAMPO OSCURO

Exposición

Un campo oscuro

13 de abril – 24 de junio de 2018

CENTRO JOSÉ GUERRERO

Produce

Centro José Guerrero

Diputación de Granada

Comisario

Óscar Fernández

Proyecto en colaboración con la Alianza Francesa de Granada.

El germen de esta exposición habría que rastrearlo en un asunto tan antiguo como inacabado: la relación problemática entre la imagen y la escritura, entre mirar y leer. De hecho, el propio proyecto y los artistas que lo desarrollan se proponen habitar ese problema, nunca resolverlo. Esta es la razón por la que el espacio de la exposición se asemeja a un campo de batalla salpicado de ruidos, colisiones y tachaduras. Nuestro propósito es trabajar en este lugar convulso, a veces hermético, donde la dificultad se transforma en estimulante desafío.

Textos contra imágenes, y viceversa. La primera sección de esta exposición está instalada en la primera planta. En ella se propone una visión panorámica de distintos episodios del arte y la literatura contemporáneos en los que las bases de la conversación entre el texto y la imagen se han construido sobre la violencia y el enfrentamiento. En esta sala podemos encontrar algunas piezas, publicaciones y manifiestos de las distintas vanguardias artísticas europeas, desde el constructivismo al surrealismo, pasando por el letrismo. Todas ellas conviven con piezas actuales que nos sitúan, igualmente, en un escenario de confrontación. Algo que se encuentra a años luz de la espesa capa de indiferencia que parece haber impuesto el fin de la modernidad.

Ya desde el origen de todas las viejas querellas, descubrimos esta condición irreconciliable como un leitmotiv que se extiende incluso hasta aquellas vanguardias deseosas, paradójicamente, de hacer converger lectura y mirada. Es, en suma, la fluctuación del intelecto hacia la carne, del mundo espiritual frente al mundo sensible, y viceversa, la que se condensa en el conflicto de la escritura contra la imagen, de la literatura contra la pintura. Y, aunque la estética del siglo XX ha venido a dinamitar tan longevo dilema, las obras seleccionadas en esta exposición demuestran que arrastramos aún hoy el estigma de aquella confrontación. Siguiendo a Vilém Flusser, tal vez en la lucha entre textos e imágenes resida el problema central de la historia.

Pintar lo invisible, nombrar lo indecible es la sección que ocupa la segunda planta. En ella se presta atención al modo en que esta deriva conflictiva de la imagen contra el texto ha permeado al ámbito de lo pictórico. De manera que ahora la batalla parece haberse desplazado desde la hoja en blanco del libro a la pared del museo. Además, esta sección asume el conflicto antes referido como una tarea sin solución, sin vencedores ni vencidos. Por lo que es la imposibilidad de gobernar una catástrofe lo que se impone.

Cuando la pintura representa la imposibilidad de crear sus propios objetos, del mismo modo que la escritura dice su imposibilidad de seguir diciendo, emerge un arte que no se da a ver, abocado a arrojar oscuridad sobre quien lo enfrenta. Esa es la oscuridad de la que esta segunda parte de la exposición quiere dar cuenta también. Para ello proponemos una serie de proyectos que fuerzan la invisibilidad congénita de las cosas exteriores hasta el punto de que esa invisibilidad misma se convierta en una cosa que se puede ver y hacer ver. Obras realizadas por artistas obstinados en la diabólica dificultad de su tarea. Siendo, de hecho, en lo inasequible del desafío donde encuentran su razón de ser. «Es ahí ‒decía Samuel Beckett‒ donde comienza por fin a ver, en la oscuridad. En la oscuridad que ilumina la mente».

En este sentido, rastreamos una serie de piezas de diversa cronología en las que el arte se ha negado a escribir con claridad y donde la mirada ha sido denigrada. Momentos en los que la oscuridad ha ganado la partida, produciendo un tipo de obras que son conciencia de una desgracia, no su superación, como sentenciaba Maurice Blanchot. Esta propuesta aspira, pues, a reclutar una audiencia cómplice que se aventure con nosotros en esta zona de conflicto donde lo evidente no tiene lugar. Transitemos esta oscuridad iluminadora donde cerraremos los ojos para que emerja otra forma de mirar.

La exposición reúne veinticinco obras de veinte artistas, entre piezas audiovisuales, instalaciones, escultura, obra gráfica y pictórica y libros de artista. Su arco cronológico abarca todo el siglo XX y llega hasta la actualidad: encabezan la nómina de autores Mallarmé, Marinetti, Juan Ramón Jiménez, Alekséi Gan o Magritte, seguidos de obras de Broodthaers, Ian Hamilton Finlay, Maurice Lemaître, William Klein, Baldessari, Rémy Zaugg, Fernando Millán, Klingelhöller, Alfredo Jaar, Ignasi Aballí, Marine Hugonnier, Javier Pividal, Rosa Barba, Michalis Pichler y Greta Alfaro, que aporta una obra producida expresamente para esta muestra.