Fred Sandback. Un espacio intermedio

Exposición
Fred Sandback. Un espacio intermedio

10 de diciembre de 2020 – 28 de febrero de 2021
CENTRO JOSÉ GUERRERO

El Centro José Guerrero abre de nuevo sus puertas, tras el cierre obligado por la situación sanitaria, para presentar en Granada la obra de Fred Sandback, artista de culto de uno de los movimientos artísticos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX: el minimalismo. En el actual contexto del interés por la percepción, la virtualidad, el dibujo, los materiales blandos y vulgares del postminimalismo y el arte povera, la propuesta de Sandback fue auténticamente pionera.

Sobrepasado el medio siglo desde la irrupción del minimalismo como movimiento autoconsciente, la mayoría de sus protagonistas son bien conocidos del público español, que ha podido contemplar en nuestro territorio muchas de las obras paradigmáticas de la corriente central de esta tendencia artística y sus entornos. Sin embargo, sigue habiendo nombres fundamentales que aún se están descubriendo, como Fred Sandback, cuya obra, no obstante, forma parte de colecciones tan relevantes como la del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ahora es una cuidada selección de su obra la que viene para despedir un año extraño, lastrado por una pandemia que nadie había previsto, que ha sido el marco en que ha transcurrido el XX aniversario del Centro José Guerrero.

Aunque antes se habían mostrado algunos de sus trabajos dentro de exposiciones colectivas, en España solo se habían presentado hasta la fecha dos exposiciones dedicadas íntegramente a Sandback (galería Cayón, Madrid y Menorca). En el catálogo publicado para acompañar a la exposición en Madrid se incluyó un texto del especialista Edward A. Vazquez, quien aventura cómo surgió la idea que ocupó al artista durante el resto de su vida:

Tal y como Fred Sandback contaba la historia, todo comenzó con una sugerencia del escultor George Sugarman: «Era 1967. Critiqué la pintura, refunfuñé sobre la narrativa, el contenido pictórico, el contenido material y el significado del contenido. George pareció espetar: “Estira una cuerda entre dos puntos y déjala ser”. Tal vez me impulsó a hacer eso exactamente». Ciertamente, la idea tenía un significado literal, pero resultó ser muy fértil para ese estudiante graduado en el programa de máster de Bellas Artes de la Escuela de Artes de Yale. De hecho, resultó tan fértil que la extensión de longitudes de hilo en y a través de espacios interiores fue el núcleo formal de la práctica artística de Sandback durante los siguientes treinta y cinco años».

El material con el que trabaja Sandback, en efecto, son los hilos acrílicos de color, con los que traza líneas rectas en el espacio, acotándolo, dibujando sobre él. En Granada conocíamos algunas obras similares, como las de Soledad Sevilla, que se inspiró para algunas de sus instalaciones en los rayos de luz filtrados por las celosías de la Alhambra; Fred Sandback tuvo oportunidad de ver esos haces de luz nazaríes cuando visitó Granada en 1982. También la escena artística granadina estaba familiarizada con ese tipo de fidelidad de un creador a un soporte expresivo. Once años antes de que a Sandback se le revelaran las posibilidades de la cuerda elástica y el hilo acrílico para sus propósitos experimentales, en 1956 a Manuel Rivera se le había revelado la tela metálica. En ambos casos, se trataba de materiales de fabricación industrial que servían para muy diversos usos, pero entre los cuales los productores no habían previsto el artístico. Eran, en definitiva, materiales de trabajo. Y parte del carisma que los cautivó en ellos (como a Tàpies la arena, a Beuys el fieltro o a Hesse el caucho, aunque estos exploraran con una gama mayor de materiales) residía en esa falta de solemnidad, en su simplicidad y funcionalidad, y en la dignidad que traían aparejada.

Sandback, antes de su experiencia Eureka, había estado muy interesado por la música y los instrumentos musicales; llegó incluso a diseñar algunos de cuerda en su juventud, en la que también fabricó arcos largos ingleses. De modo que tenía una práctica, previa al arte, del trabajo con hilos, de su tensión y de sus vibraciones en el espacio. La música, las cuerdas y el aire libre estuvieron muy presentes a todo lo largo de su vida y fueron constantes fuentes de inspiración para su obra.

También tuvo José Guerrero experiencia de trabajo manual antes de iniciar su carrera artística. No solo le gustaba trabajar con las manos, sino observar cómo lo hacían otros. En sus primeras obras encontramos escenas que lo atestiguan: personajes arando y recolectando, realizando diversas tareas en la granja, con las artes de pesca u otras faenas en barcos, lavando, tejiendo. En la Colección del Centro conservamos una de ellas: Dos hilanderas (1948). Compartían pues, Guerrero y Sandback el aprecio por las formas que nacen de la gestualidad íntima, la acción del cuerpo y el cuidado de y con la materia.

Como se cuenta en el catálogo en el que quedará documentado este montaje de su obra en el Centro, a Sandback le gustaba la idea de invitarnos a pasear por los espacios que intervenía. En esta ocasión lo hace acompañado de Guerrero, con el que sostiene un diálogo respetuoso a propósito del color y su expansión, la vibración de la luz y «la tensión que tienen los espacios», como decía José, un diálogo al que animamos a participar a todos nuestros visitantes.

Jordi Teixidor. Los límites de la pintura

Jordi Teixidor
Los límites de la pintura

18 de septiembre  – 29 de noviembre de 2020
CENTRO JOSÉ GUERRERO

Nota de prensa de la exposición «Jordi Teixidor. Los límites de la pintura» inaugurada en el Centro José Guerrero el 18 de septiembre de 2020.

Las salas del Centro José Guerrero inauguran la temporada con una muestra del artista Jordi Teixidor comisariada por Mariano Navarro. La muestra cuenta con algo más de medio centenar de obras del artista, entre lienzos de gran formato y obra sobre papel, procedentes de las colecciones de Banco Sabadell, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Fundación Juan March, Fundació “La Caixa” y Fundació Suñol, y del propio artista. También se exhibirán una serie de cuadernos de trabajo en los que espectador podrá observar el proceso creativo de Teixidor. Como en otras ocasiones, el Centro mostrará algunas de las obras de José Guerrero, pero en esta ocasión, seleccionadas por el comisario, estarán distribuidas por distintos espacios además de las salas propiamente dichas, en un diálogo de semejanzas o diferencias de la trayectoria de ambos artistas.

Como en las muestras precedentes, los visitantes contarán con una audioguía digital gratuita que completará la visita a la exposición.

JORDI TEIXIDOR (Valencia, 1941) es una de las figuras mayores de la abstracción española, determinante en el proceso de cambio que la pintura experimentó en la década de los años setenta del siglo pasado. Su desarrollo personal, de extrema coherencia, ha deparado algunas de las obras más sólidas e intensas de las décadas de los años ochenta y noventa, y ha conducido, a lo largo de las dos décadas del siglo XXI, a un presente tan vivo como estéticamente vigente.

Su trayectoria profesional, superior al medio siglo de andadura, en sus orígenes lo sitúa próximo a los artistas del Grupo de Cuenca, lo que lo convierte en artista puente con los creadores que emergen en los setenta y primeros ochenta, años estos últimos en los que el pintor reside en Nueva York y toma contacto con el legado de la gran pintura norteamericana y con las vanguardias internacionales.

A la materialidad pictórica, la austera fisicidad, y su contrapunto en la suntuosidad cromática que caracterizan su obra madura, hay que añadir que su trabajo absorbe ingredientes diversificados provenientes de la poesía, de la filosofía o de la música, pero está presidido por el entendimiento de la práctica de la pintura y del sentido del arte desde una posición de responsabilidad ética y civil.

Los límites de la pintura

Esta exposición indaga en una serie de aspectos físicos, temáticos y estructurales definitorios de la idea del arte y de la pintura de Jordi Teixidor. Su título hace referencia a uno de los conceptos más queridos del pintor, el de límite, que él concibe como referencia a la idea, al análisis y a los conceptos, así como a una noción de temporalidad, y una referencia casi física a los límites mentales.

La muestra, que ocupa todas las plantas del Centro José Guerrero, se articula en un Prólogo y tres apartados: «Música y poesía», «A modo de paisaje» y, en diálogo con la obra de José Guerrero, «Negro Guerrero».

El Prólogo nos traslada a la intimidad del taller y a los primeros elementos con los que Teixidor construye sus piezas: los apuntes, bocetos, ensayos y notas técnicas que realiza en sus cuadernos de trabajo. Es una visita al lugar donde se piensa y se hace la obra. Los cuadernos, abiertos por aquellas páginas que guardan relación con algunas de las obras que integran la exposición, permiten al visitante entender mejor la lógica y coherencia de su proceso de realización.

Música y poesía

La planta primera reúne seis obras: La danza I y La danza II (2000), que son una relectura de la obra homónima de Henri Matisse; Siete maneras de mirar una mañana de domingo (2001) y Todo es presagio (2003), que se vinculan a la lectura de sendos poemas de Wallace Stevens y Antonio Gamoneda; y Salomé y Elektra (2004), que hacen referencia a títulos de óperas de Richard Strauss. Puede decirse, pues, que en él abordamos la relación de la pintura de Jordi Teixidor con las artes del pensamiento, con la filosofía, la poesía y la música.

En la sala, el contrapunto al color negro dominante en Todo es presagio, Salomé y Elektra –obras, las tres, con su propio contrapunto interior, en amarillo, tierras suaves o grises– lo ofrecen las siete piezas, también amarillas, pero de una tonalidad diferente, de Siete maneras de mirar una mañana de domingo y, sobre todo, los dos lienzos de La danza, con su rojo poderoso dominante y el baile de un amarillo que aquí es casi dorado.

A modo de paisaje

Hemos titulado A modo de paisaje un conjunto de cinco obras, en las que se incluyen las tres más tempranas de la exposición: Rosa y naranja (1976), Up into the Silence the Green (1980), y S/T (1980-1982), y otras dos realizadas varias décadas mas tarde: S/T (2002), y El sacrificio (2008), que concurren todas en que no responden a ningún modo de representación de la naturaleza, sino sólo, en palabras del propio artista a «la idea de paisaje».

En este capítulo hemos incluido un enérgico dibujo, excepcional en la obra de Teixidor, realizado a lápiz de grafito sobre papel, obra que invita tanto a la contemplación como a la deambulación, cual si el visitante hollase la idea del camino. Up into the Silence the Green presenta algo semejante al grafito. Rosa y naranja es un cuadro mucho más próximo a las tesis de la pintura-pintura y del movimiento Supports-surfaces. Este trío de piezas del artista resume la que fuera su posición ante estas propuestas, una polaridad de acercamiento y distancia voluntaria.

Considera Jordi Teixidor que sus pinturas a partir de los años noventa responden mejor a como él mismo se siente pintor. Las dos obras más recientes, S/T y El sacrificio, atestiguan las razones de ese convencimiento; compuestas por unidades coordinadas, ofrecen distintas variantes con el color negro como predominante y diferentes usos del amarillo, los tierras y el oro. Ambos conjuran con los otros cuadros negros de los pisos inferior y superior un despliegue de las posibilidades de un solo concepto plástico y sus numerosas derivas posibles.

Negro Guerrero

La sala del tercer piso sostiene un diálogo de tres obras de Jordi Teixidor con una pieza mayor de José Guerrero, Intervalos negros (1971), anterior a cualquiera de las pinturas expuestas del artista valenciano. Aquí comparecen dos cuadros realizados en 2004 y 2005 y una obra reciente, concluida en julio del año pasado. Desde los años noventa del siglo XX, Teixidor ha optado por dar preeminencia casi absoluta en su gama cromática al color negro, lo que nos permite establecer un diálogo fecundo con una pintura crucial de José Guerrero.

En los dos cuadros de 2004 y 2005 hay una dominancia del dibujo sobre la fragmentación o parcelación más habitual en las pinturas del artista; dos figuras que constituyen el cuadro y sobre las que no cabe verbalización simbólica o referencial, únicamente plástica y visiva. La obra más reciente, de 2019, compendia el modo de trabajo de Teixidor de los últimos años: por una parte, ha regresado a ciertos motivos volumétricos, que remiten a las primeras obras suyas que conocieron relevancia a finales de los años sesenta del siglo pasado; por otra, ha incorporado todo el conocimiento acumulado sobre la materialidad y fisicidad de la obra, haciendo de cada pieza un acontecimiento para la mirada, que va más allá de esa corporeidad y que asume una angustia semejante a la de sus compañeras de estancia, pero con una estática serenidad que elude cualquier tipo de estridencia.

Es importante distinguir, la diferencia entre el negro de Guerrero, que deriva fundamentalmente de la influencia de Matisse, de los distintos negros de Teixidor: «He procurado –dice– que mis negros sean serenos, alejados de cualquier sentimiento trágico. Que fueran serenamente tristes pero, sobre todo, que fueran y estuvieran vacíos, ampliamente vacíos. Es a partir de entonces cuando puedo empezar a liberarme de la pintura».

Mariano Navarro, comisario de la exposición

 


Exposición de la serie El Cuarto Lúcido
De Vonk (la chispa). Emilio Pemjean

18 de septiembre  – 29 de noviembre de 2020
CENTRO JOSÉ GUERRERO

 

El proyecto se desarrolla a partir de la reconstrucción interpretativa (utilizando maquetas, fotografías, vídeo y sonido) de arquitecturas hoy inexistentes. En la reconstrucción del vestíbulo y la escalera del centro De Vonk (Holanda) se hacen presentes las transformaciones debidas a los distintos usos que se han producido a lo largo del tiempo. Los objetos, los muebles o las personas, ahora ausentes, se aparecen como espectros a través de la memoria o de las huellas casi intangibles que el lugar o su representación conservan.

Emilio Pemjean compagina su trabajo como artista visual con su labor como arquitecto, docente e investigador. En su larga y reconocida trayectoria profesional concibe su trabajo desde un marco interdisciplinar en el que conecta la arquitectura, la pintura, la escultura, el vídeo o la fotografía para reflexionar sobre el tiempo, lo presente y lo ausente, la memoria, lo que ha sido destruido o transformado, los sistemas de representación y especialmente sobre la capacidad de conversión en símbolos de objetos y arquitecturas mediante su reconstrucción manipulada.

 


Exposición
Body as a brick. Mar Reykjavik

18 de septiembre  – 29 de noviembre de 2020
CENTRO JOSÉ GUERRERO
En colaboración con FACBA 2020

Body as a brick es un proyecto de acción y ensayo sobre el viraje de la tradición a la tendencia, que atiende a las lógicas de uso del cuerpo compartidas en ambos estadios: local y global, más concretamente a las acciones que encarnan los llamados ritos y retos. Con motivo de la exposición, el sábado 19 de septiembre de 2020, a las 19 horas, tendrá lugar en el Centro un taller  impartido por la artista, al que asistirán los alumnos que asistieron en febrero a la primera parte de este taller en la Facultad de Bellas Artes.

Mar Reykjavik. Graduada en Bellas Artes por la Universitat Politécnica de València, sus proyectos van ligados al campo de lo audiovisual y la instalación. Trabaja con la imagen y sus posibilidades como resultado de un proceso, normalmente en forma de lm o videoarte, y piensa la imagen o el objeto encontrado como punto de partida para el desarrollo de un nuevo proceso basado en la apropiación.

Solovki

SOLOVKI
de Juan Manuel Castro Prieto y Rafael Trapiello

21 de enero – 22 de marzo de 2020
CENTRO JOSÉ GUERRERO

Nota de prensa de la exposición «Solovki» inaugurada en el Centro José Guerrero el 21 de enero de 2020.

El Centro José Guerrero coproduce, en colaboración con el Ayuntamiento de Alcobendas y la Fundación Caja Mediterráneo, el proyecto expositivo Solovki, una muestra de Juan Manuel Castro Prieto y Rafael Trapiello, comisariada por Alicia Ventura.

Desde el 21 de enero hasta el 22 de marzo de 2020 podremos disfrutar de una cuidada selección de 50 fotografías originales de estos dos autores, acompañadas de 17 fotografías de archivo y un vídeo documental sobre el proyecto.

Esta es la tercera sede que acoge la exposición Solovki; una itinerancia que se inició en el Centro de Arte Alcobendas, dentro de la edición de 2019 de PHotoESPAÑA (del 22 de mayo al 24 de agosto de 2019) y pasó después por el Centro Fotográfico La Llotgeta (del 24 de septiembre de 2019 al 4 de enero de 2020) antes de llegar a nuestras salas.

Es una ocasión irrepetible para conocer de primera mano el trabajo de estos dos autores: Juan Manuel Castro Prieto, Premio Nacional de Fotografía 2015, y su discípulo y compañero Rafael Trapiello, miembro del colectivo NoPhoto, que, con gran dominio técnico, interés paisajístico, sensibilidad a la luz y a los espacios y unas miradas bien entrenadas, se fueron a Solovetsky y allí encontraron capas y capas de Historia entremezclada con leyenda,  mitos, atrocidades, olvidos por decreto, paisajes, rostros en los que adivinaron rastros de todo ello, y huellas de las que a su vez han dejado huella para traernos su Memoria.

La muestra se complementa con la edición de un catálogo que cuenta con un texto principal de Antonio Muñoz Molina, y la reproducción de todas las fotografías presentes en la exposición.

 

EL CUARTO LÚCIDO

LUZ DE OTOÑO

“Ingrávidos” de Gregorio Reche

21 de enero – 22 de marzo de 2020

CENTRO JOSÉ GUERRERO

Ingrávidos es una exposición del fotógrafo Gregorio Reche que continúa la serie El Cuarto Lúcido iniciada en el año 2018 en colaboración con  Pa-ta-ta Festival,  y que tiene como objetivo principal seguir contribuyendo a la difusión de fotógrafos en continua evolución.

La luz se filtra en haces a través del agua. Los cuerpos flotan ingrávidos. Son retratos peculiares: no vemos ningún rostro, como mucho alguna cabeza que bucea; en cambio, observamos troncos, plantas de los pies, muslos, cinturas estrechas, amplias caderas y pequeños pechos. Aún sin ver el rostro percibimos el deseo, el juego, la conversación, el cuidado de esos cuerpos en el agua. Todo transcurre bajo el mar.
Liberados del peso de la gravedad, los cuerpos aparecen lúdicos y libres. Liberados del paso del tiempo, de las obligaciones cotidianas, de los kilos extra, de la movilidad limitada. Son escenas casi oníricas, en las que el mar y la tierra se confunden. El exterior sólo nos llega a través de la luz que en ocasiones crea una especie de grietas en el fondo del mar.

“Podemos, por ejemplo, distinguir, aunque sea a grandes rasgos, la manera de andar de la gente, pero no percibimos en absoluto su postura en esa fracción de segundo en que alarga el paso”, escribió el filósofo Walter Benjamin en `Breve historia de la fotografía´. Si ni siquiera conocemos “la manera de andar” bajo el agua, Gregorio Reche ilumina con esta serie “la fracción de segundo en que alarga el paso”. Nos revela instantes del movimiento del cuerpo humano en ese mar de la infancia, líquido primigenio, al que volveremos hasta el último verano.

Elisa Reche (Directora de eldiario.es / Región de Murcia)